lunes, 28 de septiembre de 2015

A El Alto por lo alto

Fotos del autor
Esta vez llegué El Alto por arriba de los techos, el silencioso teleférico me puso en pocos minutos allí, en una de las ciudades más altas del planeta, esta vez sin el riesgo de un bloqueo o una de las trancaderas que se arman en la carretera que la une con La Paz.
Indudablemente desde arriba todo se ve más lindo, desde las heladas cumbres andinas hasta las edificaciones que nunca terminan de construirse, como si quisieran ser adolescentes generación  tras generación. Casas, calles, autos, gente, las azoteas con la ropa puesta a secar al sol que está más cerca, incluso la publicidad adaptada a ser apreciada con vista de pájaro, desde arriba.
Casi sin darme cuenta la puerta de mi nave se abrió en marcha, tal como los carritos que montaba en los parques de diversiones que nunca se detenían. Bajé y volví al último lugar que había estado diez años antes, esta vez en una moderna terminal que orgullosa se identificaba en lengua aymara como Jach'a Qhathu y me di cuenta que ya estaba en la Feria 16 de Julio, de la que se precian los alteños y alteñas de su gran dimensión y sus bajos precios.
El calor de los Andes me envolvió y no sólo el de los pobladores de esa ciudad, también el de aquella tarde que pareció desterrar el eterno frío de aquello 4000 metros sobre el nivel del mar.
Mi mano y mi cámara no se detuvieron, quería tener un recuerdo de todo y así fue, las personas que era lo que más me interesaba dejar constancia se mostraron muy afectivas e incluso algunos posaron al lente ávido de  imágenes.
Por la misma vía bajé a La Paz, en la terminal de buses anunciaban victoriosamente que un bloqueo de caminos en la vía a Santa Cruz había sido levantado. Una llamada telefónica de felicitación me recordó que era el día de la amistad, por supuesto no podía ser otro día donde recibiera tantas muestras de afecto y así con la alegría en alto el ómnibus partió raudo acercándome al oriente boliviano  mientras me alejaba de la magia de El Alto.   















domingo, 2 de agosto de 2015

De vuelta por La Paz




Fotos del autor
La Paz está más cerca del sol, tal vez por eso y por muchas otras cosas sea una ciudad mágica, eso volví a comprobar después de casi diez años de ausencia.
Sentí su encanto al volver a caminar sus calles transitadas por una amalgama de culturas no sólo bolivianas, sino de todo el mundo en esta ciudad cosmopolita donde tropiezan visitantes de los más disimiles lugares del mundo.
Durante mi ausencia aparecieron muchas cosas significativas, la urbe creció sobre todo hacia el cielo, tal vez buscando más altura de la que ya tiene. La sentí más moderna, más nueva, exhibiendo con orgullo sus líneas de teleféricos que nos transportan por encima de las calles, casas y edificios, sin perder su identidad andina de sombreros y polleras, quenas y charangos, mientras su guardián, el imponente Illimani, custodia la ciudad con su pico blanco mirando celoso su criatura donde viven, trabajan y aman millones de seres humanos. 
No faltó durante mi estancia algo que marca a La Paz, los cotidianos bloqueos y marchas, esta vez de mineros, haciéndose escuchar en pos de algún reclamo con sus voces suaves y unidas, sus rostros ingenuos y firmes, sin dejar sus cachorros de dinamita haciendo temblar las calles al lacrimoso efecto de los gases de agentes del orden y la mirada indiferentemente cómplice de los transeúntes más que acostumbrados a esos menesteres.
Allí, por todas las calles, los infatigables mercados ofertando lo que necesitamos y hasta lo que creímos que no íbamos a necesitar. El Prado limpio, con la estatua de Bolívar, que no deja de recordarme que los caminantes, al menos debemos dedicarle una mirada, aun sin quitarnos el polvo del camino, más adelante el mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre con su espada envainada mostrando sus manos sabias.
En La Paz se me perdió el frío ante el ardor de la mirada de aquellas paceñas que caminan rápido asustando al viento, puliendo los ancestrales adoquines de piedra que gritan a cada instante que la ciudad, como todo cambia, pero su encanto y magia seguirá igual.



















domingo, 12 de julio de 2015

A la otra orilla del altar

Fotos del autor

El papa estuvo en Bolivia y no quise perderme ese acontecimiento. Aunque provengo de una familia eminentemente católica no me considero como tal y no me interesa mucho ese tipo de evento, aunque el ser humano que ostenta el máximo liderazgo de la iglesia católica, Francisco, a quien algunos de sus amigos seguramente alguna vez le llamaron Pancho, me simpatiza y mucho porque no lo veo como el santo padre, ni el intermediario de Dios con los hombre (y mujeres), además eso de los intermediarios aumentan mucho los precios, y si el precio de la fe también aumenta ¿adónde vamos a llegar?
Pero Pancho para mí no es uno de esos seres divinos, categoría que no sólo se le ha aludido a religiosos, también a artistas y hasta a dictadores, es como mismo dice él alguien que ha pecado, que le gusta el fútbol y hasta en alguna ocasión tuvo novia.
Por eso quise ver las reacciones de las personas que estaban a la otra orilla del altar y vi caras de resignación, de dolor y felicidad, allá estaba el violador y la violada, el pobre que pide ser favorecido y el rico que pasa meses sin pagarle su salario, el bandolero tratando de robar la billetera o el celular y entre empujón y empujón rezando para que no lo descubra la posible victima que también reza. Y mientras Pancho clamaba por los excluidos, los pobres y los marginados, allí también con caras de santurrones y santurronas estaban los excluidores, los ricos (que sí entran al reino de los cielos porque el dinero abre todas las puertas), y los marginadores. Eso fue lo que vi del otro lado del altar aquí en Santa Cruz de la Sierra.
Ya Pancho se fue rumbo a Paraguay con su batimovil, perdón su papamóvil y su homilía cercana a la barricada, allá al igual que en esta tierra y en la que lo precedió las mismas caritas de yo no fui, el gesto de arrepentimiento, muchos rezos y poco pan, porque aunque lo aplaudan y hasta lloren con sus plegarias, casi nadie está dispuesto a compartir lo que tiene: ­- para eso están los comunistas - piensan, y a fin de cuentas ellos tampoco lo hicieron.






domingo, 28 de junio de 2015

Yolanda y yo

El pasado domingo día, de los padres, pasé la noche compartiendo con uno de mis hijos y un grupo de amigos. Hubo canto y como casi siempre me acomodan como intelectual, me buscaron para entonar canciones de Serrat, Sabina, Silvio y Pablo, aunque si me hubieran puesto una de la Charanga Habanera u otra agrupación popular también lo hubiera hecho, pero al final la victima de mi desafino fue” Yolanda” de Pablo Milanés.
Desde mis tiempos de estudiante era como una obsesión (mía y de algunos más), tener una novia con ese nombre, pero nunca se dio. Recuerdo que conocí una chica muy graciosa, delgada de pelo negro que se sabía todas las canciones de Jackson Five, pero tenía un defecto: apellidaba igual que yo y saqué cuentas que si nos casábamos y teníamos hijos sus apellidos me recordarían las aborrecidas raíces cuadradas.
Después en mi largo transitar por la vida no he hallado ninguna mujer con ese nombre y así le contaba hace poco a una conocida de Brasil quien me confesó que llevaba ese nombre gracias a aquella canción que muchos en su país piensan que fue compuesta por Chico Buarque y no por el querido Pablo. Poco después nuestra conversación fue truncada por la presencia de otra cuyo nombre comienza con la dichosa Y, pero que sigue con una amalgama de letras sin lógica combinación que casi nunca recuerdo bien.

Creo que ya no ando buscando “Yolandas”, ni abundan por estos lares, pero si me detengo en lo que esté haciendo cuando escucho esa canción, para una vez más emocionarme al compás de...por eso a veces sé que necesito, tu mano, eternamente tu mano...

domingo, 17 de mayo de 2015

Una tarde con Korda

Foto; Alberto Korda

Fue una de esas tardes de comienzos de milenio cuando ya la desesperanza nos traspasaba y sin embargo soñábamos, como ahora, en crear y apostábamos la energía del último arroz con frijoles que teníamos en el estómago, por algo que aunque fuera nos transcendiera hasta el próximo día.
Pero por unos dólares qué no arriesgaríamos, y así fue cuando un amigo me pidió que le alquilara el estudio de televisión que yo dirigía en aquel momento, por unos dólares, que por pocos, constituían más que mi sueldo de 10 meses. No lo pensé más y acepté la propuesta para filmar la entrevista del cineasta norteamericano Héctor Cruz Sandoval, al fotógrafo Alberto Korda, como parte de un documental dedicado a la obra de varios destacados fotógrafos de la isla, y admito que por nada más que conocerlo personalmente hubiera alquilado sin costo alguno aquel estudio corriendo los riesgos que aquello entrañaba.
Uno de los productores, llevó a Korda bien temprano en la tarde y allí tuve la tremenda oportunidad de conversar con aquel personaje de la fotografía.
Korda era un tipo muy afable que compartió con todo el equipo que trabajaríamos en la producción, recuerdo su voz fuerte y segura detrás de su mediana estatura haciéndolo parecer más alto y fornido. Lo sentí más que alardoso, consciente de la figura que era y aun sabiendo que todo el mundo le prestaba atención, no hacía nada porque no notaran su presencia. Bromeaba con todos como si fuéramos sus amigos de mucho tiempo mientras coqueteaba con  la botella de ron Habana Club que no dejo de acompañarle, mientras agregaba que el médico se lo tenía prohibido, pero que un trago no le haría más corta su existencia, aunque en realidad no bebió más que un discreto sorbo. Pero lo más importante fue aquellas cosas que me contó y que más que contarme me enseñó acerca de la fotografía, la vida y la historia, con la que estuvo muy vinculado durante una buena parte de su vida.
Korda explicó que no usaba luz artificial en su estudio en que se dedicaba a la fotografía de moda, donde el techo se abría y dejaba penetrar la luz del sol. Y algo que me llamó la atención fue cuando me dijo que las modelos fotográficas no preciaban ser altas pero eso sí, tenían que tener una proporción entre su cuello piernas y brazos lo que hacía que se formaran interesantes figuras geométricas con su cuerpo. Eso nunca lo he olvidado.
Algo que “descargó” aquella tarde, no sin cierto dolor y hasta rencor, según percibí, fue cuando contó cuando le "nacionalizaron" su famoso estudio, me dijo que nunca olvidaría que la encargada de hacerle el inventario era una peluquera y que incautó sus archivos fotográficos del que solo tiempo después logró recuperar una pequeña parte gracias a la ayuda de Celia Sánchez con el Ministerio de Comercio Interior, adonde fueron a para sus negativos en un almacén sin las mínimas condiciones para ello, por lo que perdió la mayor parte de su obra hasta aquel momento.
De la foto al Che Guevara que lo catapultó al mundo, relató que la imagen del legendario revolucionario lo impactó por su rostro furibundo en aquel acto, que solo estuvo unos instantes, que las dos fotos que tomó hubo que reencuadrarla posteriormente y que no quedaron totalmente en foco. Después la historia le haría dar la vuelta al mundo con aquella imagen que sin dudas ha sido una sino la más reproducida en el pasado siglo. Más tarde agregó con su ironía habanera – el italiano se hizo millonario con la foto y a mí ni un kilo me dieron.
Y si aquel día algo ocurrió que aun lamento, fue con su también famosa foto de aquella niña abrazando un trozo de madera como si fuera una muñeca, Korda contó que fue en la provincia de Pinar del Río, cuando en una casa que visitaba en una zona rural, vio casi escondida al fondo de la vivienda a aquella niña campesina que cargaba como si fuera una muñeca, aquel pedazo de madera. Le manifesté que siempre me impresionó aquella foto y con la sencillez que lo caracterizaba me dijo- Chico eso no es problema , voy a imprimir una copia y te la doy autografiada, nada más tiene que ir a mi casa a buscarla- pero mi alborozo comenzó a desvanecerse cuando aquel viejo lobo miró a una de las jóvenes que nos acompañaban en la filmación y sin bajar el tono de voz, ni perder la sonrisa dijo - mira, mejor mándala a buscar la foto y le regalo una a ella también. En algún lugar anotó mi nombre para la dedicatoria y en un pedazo de papel anotó su número telefónico y se lo entregó a la chica para que lo llamara antes de ir y ponerse de acuerdo para recibirla cuando fuera. De ese rato no pasó mi alegría, la chica jamás fue a su casa y de esa forma se esfumó uno o tal vez el más grande tesoro  de que yo pudiera haber sido propietario.

Más tarde llegó el cineasta con la primera cámara betacam digital que habíamos visto y que observamos todos como aquel monolito que asombró a los primates de 2001 una odisea espacial. La filmación comenzó sin contratiempos, la entrevista a Korda fluyó con la ayuda de su carisma y su experiencia en aquellos menesteres, el ron se fue poco a poco evaporando, se apagaron las luces. Mi amigo en un aparte me dio el monto acordado y me despedí de Korda en el umbral de la puerta de lo que fuera la oficina de Camilo Cienfuegos en el antiguo campamento de Columbia. Nunca más lo vi, escuché algo sobre una demanda por el uso de su foto en la etiqueta o la publicidad de una bebida, después de París llego la noticia de su fallecimiento, pero aquí en mi mente como una de sus instantáneas, no importa cuán famosa, ha quedado por siempre aquella tarde con Korda.

viernes, 3 de abril de 2015

Un cuento de Lázaro Labrador

En mi entrada anterior publiqué una entrevista al escritor Lázaro Labrador y no podía pasar por alto alguna muestra de su cuentística que a continuación muestro.


                                           DARÍO Y LA NOCHE

-         La Noche es una novia vestida de negro que corre por el cielo buscando al  Sol- dije.
-         ¿Y el Sol?- preguntó Darío.
-         - El Sol es un joven acalorado y apuesto que alumbra los rincones buscando a la novia.
-         ¿Y los días?- volvió a preguntar.
-         Los días son esta hermosa y eterna búsqueda entre la Luna y el Sol- le respondí.

Entonces pude ver a Darío llevarse la Noche a su cuna porque no podía dormir sin ella.
  La Tierra quedó sumergida en una verdadera locura. En el pueblo, la gente afanosa continuó trabajando sin entender por qué era este el día más largo de la historia.
  En los campos, los grillos y las ranas gritaban ofendidos al ver su concierto interrumpido, y las hormigas estaban aún más bravas reclamando el dinero de sus entradas.
 El marpacífico, cansado, quiso recoger sus flores para dormir, y ellas decidieron no cerrar:
-         ¿Quién puede entender la vida sin color rojo?- decían.

 La lechuza no pasó esta vez por nuestros tejados, asomó los  ojos desde su cueva, y al ver tanta claridad, creyó que era aún temprano para salir a volar.
 Los cocuyos, apagados, quedaron entristecidos porque ya los niños no corrían para alcanzarlos, sino para huir de ellos, pues no hay, nada más parecido a una cucaracha voladora que un cocuyo sin luz.
 Todos preguntaban:
-¿Quién robó la Noche?
Y aún más alto se escuchó:
- ¿QUIÉN ROBÓ LA NOCHE?
 Y se oyó tanto esta pregunta en el pueblo y en los campos, que el viento respondió en un susurro:

- Ha  sido Darío, el niño que no sabe dormir de día.
 Una corriente de aire lanzó estas palabras hasta los oídos del Sol, que sin perder tiempo comenzó a alumbrar por aquí  y por allá buscando al niño. Llegó a casa a la hora en que los pañales revoloteaban como mariposas blancas tendidos en el cordel. Entró en cada habitación buscando a su amada. En una de ella escuchó la respiración profunda y tranquila del niño debajo del mosquitero.
Aquel era el único lugar en la tierra donde había anochecido. Asustada tras el tul se asomó la Luna, el dulce rostro de la Noche. El Sol sin poder contenerse filtró uno de sus besos y rescató a la novia.
 Darío comenzó a llorar enrojecido y molesto. Aquel  repentino amanecer le había dejado resplandor en lo ojos y sueño.

 Entonces para darle un poco de paz lo llevé hasta la ventana. Afuera, la Noche se paseaba espaciosa, los grillos y las ranas reiniciaron su concierto, el marpacífico bostezó cerrando sus flores, la lechuza voló vigilando los tejados, y a lo lejos los niños y los cocuyos jugaban al agarrado.
-         ¡Que hermosa es la Noche cuando es de todos!- le dije.
Y quedó rendido en mis brazos.
Cuando en las mañanas el Viento recorre la casa y se levanta en remolinos sobre las montañas, le susurra a todos que Darío aprendió a dormir de día, porque ya sabe que la Noche descansa enamorada sobre las espaldas del Sol.




lunes, 16 de febrero de 2015

Lázaro. Un labrador de la fe y el arte


Fotos: Archivo de Lázaro Labrador, Sergio Fernández y el autor
En La Habana una tarde de enero puede ser tan calurosa como un diciembre en Buenos Aires, a esa hora, sólo una brisa procedente de un calmado y cercano mar, nos podía traer algún recuerdo de que estábamos en invierno.
A bordo de un par de sillones de aluminio comenzamos nuestra conversación, que por un momento creímos erróneamente que iba a ser perturbada por los ruidos lógicos de la escandalosa ciudad, sin embargo hasta el final sólo tuvo el matiz de las tijeras de un improvisado jardinero, podando la cerca de disciplinadas  hojas verdes y Marpacificos, que nos separaba de la poco transitada calle a esa hora.

OL: ¿Quién es Lázaro? ¿Cómo comienza en la literatura?
LL: Soy bejucaleño, nací en Bejucal en 1973, allí di mis primeros pasos. Bejucal es un lugar que siempre se ha caracterizado por ser un lugar muy culturalmente rico, con muchos escritores, actores, teatristas, músicos…, tal vez por eso creo que desde que nací soy artista, con el deseo de entrar en este mundo del arte. Mis primeros pasos fueron en el teatro como aficionado a los 10 años y seguí con muy buenos instructores que había en la casa de cultura de Bejucal por los años 80. Ya en la secundaria a finales de los 80 conocí a una profesora María Eugenia y su esposo Omar Mauri, un autor importante en el país actualmente, en la literatura infantil. Entonces me doy cuenta que las clases de español me gustaban, el trabajo con la exposición, la narrativa y aquella profesora comenzaba a pedirme trabajos y se los enseñaba a su esposo que impartía en aquel tiempo un taller de literatura con niños, me invitó  y allí comenzó a llevarme por este camino de las letras. Ya con 30 años comenzó otro taller para adultos y me vuelvo a encontrar con Mauri y él es quien me incentiva a este deseo de pensar en los niños a la hora de escribir.

OL: ¿Has incursionado en la poesía?
LL: Sí, alguna vez he tratado, pero me parece demasiado difícil y entonces lo que trato es de usar la poesía en la narrativa y casi siempre la prosa que escribo es bastante poética pero me parece muy difícil entrar en el verso.

OL: ¿Y la literatura infantil? Leí un cuento infantil escrito por ti con mucha poesía, de ahí viene mi anterior pregunta porque no sólo se busca poesía en la rima y en tu prosa hay mucha poesía ¿cómo es ese vinculo con la literatura infantil, viene de la nostalgia?
LL: La  poesía siempre me gustó, cuando hacía teatro, en el Teatro Mayor de García Lorca comencé a revisar su obra y creo que me influenció mucho. Esas fueron las primeras inyecciones que me puse en cuanto al verso y la poesía, pero como me era muy difícil entrar en el verso comencé a tratar de plasmarla en la narrativa y esto de la literatura infantil me gustaba, me parecía fácil porque podía entrar en el niño aquel que fui, en el niño de mucho sufrimientos. No porque haya tenido muchas desgracias, sino porque fui un niño que pensaba mucho en las cosas de la familia, insatisfecho quizás con el padre que no estuvo a mi lado, diferentes situaciones. Entonces empecé a trabajar con esa área de mi vida y tratar de exponerla y darle un poquitico de belleza, como dice la canción de Teresita Fernández, a las cosas que son feas dales un poco de amor y verás que la tristeza cambiando de color, y creo que me pasó algo así, comencé a darle poesía a esa parte gris de la niñez y empezó a fluir y me gustó, me he quedado ahí y me gusta.


OL: La literatura juvenil. También leí un relato, me pareció vivencial, de cuando estabas en la escuela y me llamó mucho aquello acerca de la ciudad que avanzó  y empezó a abrazar los cañaverales, me pareció muy metafórico, muy poético, ¿Cómo te llegó la literatura juvenil? que a mí al menos, me cuesta mucho trabajo escribir que para adultos.
LL: Cuando estoy escribiendo pienso más o menos en el niño al que estoy dirigiendo lo que escribo, pero este cuento que me mencionas, Fanguito, sí, los personajes son niños un poco más grandes, no tengo una formula, me ubico en la edad, en la adolescencia y quizás va fluyendo y va cubriendo el interés de ese tipo de niño .

OL: Háblame de lo que has hecho en teatro
LL: En teatro empecé desde los 13 años  en un grupo aficionado y es algo que no he dejado de hacer, luego terminado el preuniversitario no había matricula para entrar en el Instituto Superior de Arte, y me dije- bueno si no tengo oportunidad de entrar en la escuela de arte para ser actor, me haré maestro de literatura porque me gusta mucho, tendré siempre un público que va a escuchar mis clases y de esta forma tendré una manera de realizarme- y me pasé un año en La universidad Pedagógica estudiando literatura y español. Luego tuve la gran suerte de poder hacer las pruebas de actitud en el ISA, aprobé y comencé mi carrera como actor.
He hecho muchas cosas en el teatro, ahora ya no ejerzo mucho el trabajo con la actuación , o sea la actuación en la compañías que existen en el país, porque mi vida tomó otro rumbo, estoy haciendo teatro cristiano, tengo un equipo de personas muy apasionados por el teatro, son aficionados y he cultivado la parte de la pedagogía, que es algo que también me gusta mucho y entonces me realizo mucho actuando en las obras evangelisticas que hacemos con temas bíblicos y me realizo también dándole instrucción a estas personas que le es difícil entrar a una escuela de arte y he encontrado en mi paso muchas personas con ese interés  y hago ese tipo de trabajo con la enseñanza.

OL: ¿Has integrado algún grupo teatral  de los más conocidos?
LL: Sí, mi maestra esencialmente de la carrera fue Antonia Fernández, ella era parte en ese tiempo del grupo  teatral Buendía y como estudiante fui familia de esa compañía, esa era mi familia, el grupo de Flora Lawten, allí estuve como estudiante y de graduado estuve un año, continué, luego me salí y comencé con Carlos Celdrán en Argos Teatro, y  allí mi vida dio un giro y comencé a hacer este tipo de teatro cristiano.

OL: A propósito Lázaro ¿te consideras un cristiano artista o un artista cristiano?
LL: Yo me considero un cristiano artista, porque en un principio siempre creí que el teatro era lo que llenaba totalmente mi vida y mi credo siempre fue el teatro, luego cuando conocí a Jesús él superó todas mis expectativas y ahora me veo así  como un cristiano que usa su área de servicio y lo hago muy feliz.

OL: El tema campesino o más bien conocedor del campesino en tu obra, ¿de dónde te viene?
LL: Viene  de que nací y crecí en un pueblo de campo y casi siempre ese es el ambiente que recreo en mis historias. Hay un cuento que me publicaron, Darío y la noche, fue el primero que me publicaron y con la emoción de que vería este cuento publicado no me detuve a revisar las ilustraciones, ya después en frio tuve una gran decepción porque en una de esas ilustraciones había cúpulas de edificios de la ciudad y fue una gran sorpresa que no me gustó porque hubiera querido que se hubiesen exaltado los techitos de tejas, las casas de madera, como normalmente encontramos en nuestros pueblos de campo, por lo menos de cuando yo era niño porque han cambiado mucho.

OL: ¿Qué significado ha tenido para ti estar en una antología de cuentos, junto a esos grandes de la cuentística cubana como Onelio Jorge Cardoso, Samuel Feijó, Dora Alonso…?
LL: A mí también me sorprendió muchísimo porque para  nada creo que esté a la estatura de ellos, pero es un privilegio y un reto poder seguir cultivando el género y seguir creciendo porque uno no termina nunca de aprender y de crecer.

OL: Esto es algo un poco personal, una pregunta que siempre hago a los amigos y más ahora que me paso la mayor parte del tiempo muy lejos de mi ciudad. ¿Qué es La Habana para Lázaro?
LL: Yo no nací aquí en La Habana, como te dije anteriormente, nací en Bejucal, un pueblo bastante cerca de la ciudad. Yo descubrí La Habana con 15 años, que fue la primera vez que vine, cuando me dejaron montarme en una guagua y venir a visitar a una noviecita, de hecho me perdí, tomé las guaguas equivocadas, pero es otra historia. Más haber descubierto La Habana en los años 89, ver la vida nocturna que había me sedujo, tantos autos, tantas luces, todavía no había periodo especial, había luz en la Habana. Aquello me sedujo y vi La Habana como la posibilidad de encontrar mi realización, la oportunidad de poder realizar sueños.
Las universidades estaban en La Habana todo radicaba aquí. Cuando empecé a estudiar literatura y español por ser del campo me tocaba una filial de la universidad que radicaba en Guines, que es otro pueblo de campo y no soporté, no resistí estar en Guines un lugar tan idéntico,  como campo al fin, que Bejucal y decidí pasar un poco más de trabajo, dar los viajes todos los días, levantarme  bien temprano cada mañana regresar tarde a la casa por estar en La Habana. La Habana creo que es un lugar de mucha alegría, de mucha historia, a mi me fascina el mar, es lo que más me gusta, ver el mar bañando la costa, la ciudad, es algo que me fascina, bien poético, me enamoré y me casé en La Habana gracias a Dios.
OL: Háblame de tu trabajo como payaso en el sentido profesional y humano
LL: Mi trabajo como payaso comienza cuando yo tenía 22 años, era el periodo especial aquí en Cuba, era muy difícil encontrar dinero y yo estaba estudiando en el ISA, tenía la responsabilidad de cuidar a mi madre que era jubilada y eso fue una opción, lo hice por pura necesidad, agarré el primer camisón de color que encontré en la casa, el primer pantalón ancho y realmente yo estaba muy lejos de ser un payaso en ese tiempo, pero me fui enamorando de ese trabajo. En la escuela habían dado un poco de técnica de clown y me aferré a ese conocimiento, comencé a ponerlo en práctica y me enamoré por todas las posibilidades que un payaso puede darle a un actor, el estar en contacto con los niños, es algo que a mí siempre me gustó. Cuando digo con los niños también con los ancianos, estar en contacto con  ellos es de las cosas que más me gustan. Y digo, el payaso ha ido creciendo el deseo de seguir haciendo de seguir mejorándolo. Fui diseñando trajes, fui entendiendo la necesidad de tener un nombre, el payaso se llama Palitroque, tiene que ver con mi físico porque soy alto y flaco y entonces fui encontrando el payaso que soy. Realmente es un trabajo que me gustaría hacerlo todos los fines de semana, todavía lo sigo haciendo porque me reporta un salario, una ganancia económica, porque aquí en Cuba un profesional no gana en un mes lo que yo en dos horas haciendo de payaso, pero ahora lo hago realmente consciente de que es algo que me gusta, que disfruto mucho y hay una combinación tremenda en eso de que te paguen por hacer lo que te gusta y le dio gracias a Dios por esa posibilidad. Todo lo que uso en  mi espectáculo, cada elemento lo pinto, lo trabajo yo, el traje lo diseñé
 OL: A partir de este instante hacia adelante ¿cómo Lázaro percibe la vida?
LL: No quisiera dar una plática cristiana ni quisiera que esta conversación pudiera parecer proselitista, pero de la abundancia del corazón habla la boca y yo no podría quedarme callado sino digo que mi vida la puse en manos de Dios hace ya 18 años y mis planes todos descansan en el servicio a Dios, Mis planes están todos pensados con mi familia, el deseo de tener unos hijos  mental y espiritualmente saludables, es mi deseo y por eso trabajo cada día, cada minuto,  por seguir teniendo y fortaleciendo un matrimonio valioso, es una de las cosas que más me llaman, me atraen, es una de las cosas por las que lucho y a largo plazo me gustaría tener una familia sana, una familia que no tuve de niño y en el Señor estoy construyendo esa familia saludable. Profesionalmente me gustaría poder ayudar técnicamente a los muchachos que confían en mí y se unen a mi trabajo en el servicio que hago para Jesús, me gustaría que esos muchachos aprendieran cada vez más y el trabajo que yo le entrego a Dios pudiera ser cada vez más excelente y nada, poder hacer el bien a mi vecino, al que tenga cerca. Me gustaría poder escribir mucho más, escribir mejor, publicar mis libros y que sean leídos y que las puertas en este país al arte cristiano se abrieran para que yo y gente como yo que hacemos este servicio al Señor podamos tener otros espacios, se sientan motivados a seguir trabajando más en otros espacios donde puedan presentar sus productos artísticos.

OL: Lázaro, muchas gracias por  acceder a esta conversación.
LL: Muchas gracias a ti Osvaldo, que Dios te bendiga.


viernes, 30 de enero de 2015

Enterremos los cañones

Fotos del autor

La ciudad está llena de cañones, piezas de artillería de muchas épocas que ni se sabe bien cómo fueron apareciendo. Cañones que apuntan al mar, a tierra, al cielo, pero cañones que en 5 siglos han disparado muy poco a excepción del cañonazo de las 9, que aun suena y sonará su diaria bala de salva abrazando el tiempo.
Cuando La Habana era poco más que un pueblito algunos piratas se atrevieron a atacarla, después se armó de cañones y aunque asediada ya no hicieron el intento hasta 1762 cuando los ingleses la atacaron e incluso la tomaron, pero esta vez las piezas de artillería poco sirvieron, pues los muy picaros desembarcaron por Cojimar, una localidad cercana, avanzaron a la capital y atacaron sus fortalezas desde tierra haciendo inútiles las batería de pesados cañones aletargados que miraban al mar.
Después llegó más artillería, cuatro bocas, antiaéreas, misiles tierra-tierra, tierra-aire y cuanta combinación apareciera, lo cierto es que afortunadamente no se le dio mucho más uso que el de sus abuelos de hierro macizo.

Como monumento improvisado, sin una ley o reglamento que lo ordene, la mayoría de los cañones de la ciudad están enterrados en el pavimento, tal vez una analogía de aquello de “enterrar el hacha”, un grito a esa paz que no hemos dejado de tener a pesar de los histéricos gritos de guerra tan escuchados. Así, desde mi barrio de origen, donde también yace enterrado un cañón, hasta las zonas residenciales los podemos encontrar en cualquier parte, en cualquier posición, siempre haciéndonos recordar que los habaneros aunque no  disparemos un tiro siempre estaremos bien protegidos.